martes, 22 de noviembre de 2016
lunes, 7 de noviembre de 2016
sábado, 22 de octubre de 2016
martes, 11 de octubre de 2016
Literatura canaria
Sabías que..
La singularidad de las Islas, con su evidencia geográfica predominante, determina que los elementos naturales, al definirlas, impongan sus temas desde los escritores de la Edad de Oro: la mirada al interior isleño, potenciada inicialmente en el tema de la selva (Cairasco, Viera); la geometría del Teide, que sensibiliza a casi todos los poetas (Cairasco, Viana, Cristóbal del Hoyo, Graciliano Afonso) y la inquietante presencia del mar (dogal o gargantilla, según el poeta que lo trate), un mar al que el isleño acabará por darle una interpretación simbólica o metafísica, como se verá en los autores de los siglos siguientes.
Desde que me vi la mar afuera alcé mis ojos, miré a mi tierra pensando no volver más a ella (s. XVI).
Hice una raya en la arena
por ver la mar donde allega
¡Qué delgado viene el aire cuando de la cumbre sale!
Este es el bosque umbrífero que de Doramas tiene el nombre célebre, y aquestos son los árboles que frisan ya con los del monte Líbano y las palmas altísimas mucho más que de Egipto las pirámides que los sabrosos dátiles producen a su tiempo y dulces támaras.
Producen sus espesos y altos montes [...] lentiscos, barbusanos, palos blancos, viñátigos y tiles, hayas, brezos, acebuches, tabaibas y cardones...
Montaña de Doramas deliciosa, Quién robó la espesura de tus sienes? ¿Qué hiciste de tu noble barbusano? Tu palo-blanco ¿qué gusano aleve lo consumió? Yo vi el honor y gloria de tus tilos caer sobre tus fuentes...
Tú tienes tu lenguaje, tu música, tus ruidos, que expresan misteriosos tu insólito anhelar; si ruges, en los montes retumban tus bramidos si lloras, en las playas rubricas tu pesar.
Mi patria es una isla mi patria es una roca mi espíritu es isleño como los riscos donde vi la aurora.
Titán de hombros cerúleos e imponderable encanto:
En esta hora, la hora más noble de mi suerte
Vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer.
Montes de fuego, donde ayer sentía mi adolescencia el ansia de otros lares... Soledad, aislamiento, pesadumbre...
El corazón siempre en un punto misterioso
y el alma sobre el mar ¡blanca!... ¡El velero
que no pasa jamás del horizonte!...
Un delirio de órbitas y fusas
te amotina el huir de los cabellos.
Te alborota los labios desangrados.
Te descuelga los hombros. Te deshace
los yesos de los huesos. Te deslinda
los cuencos de las manos. Te violenta
tus anchas teorías de columpios,
como si por tus pliegues transitase
un alud boreal de porcelana.
[Documento imprescindible para quien desee buscar información precisa no sólo de autores canarios, sino de movimientos estético-literarios y cuestiones afines producidas en Canarias]
[Artículo que, con gran profusión de detalles, muestra el desarrollo de la literatura canaria en el periodo contemporáneo]
«Literatura», en Canarias a través de..., n.º 12, Madrid, Gaceta de Canarias, 1995 [Se trata de unos fascículos sobre Historia, Cultura, Arte, Gastronomía, etc. El dedicado a Literatura es una introducción similar a la anterior en su concepción, pero referida a todos los géneros literarios]
1. Introducción
Las líneas que siguen pretenden sintetizar los derroteros de la literatura canaria desde el siglo XV hasta la actualidad. Por las características especiales de este trabajo sólo nos ocuparemos de aquellos aspectos relevantes de la literatura del Archipiélago que representan una aportación más a la literatura hispánica.
En los últimos años, la literatura de las Islas ha suscitado el interés de diversos investigadores hasta el punto de que algunos, como Andrés Sánchez Robayna, ya hablan de una «microtradición literaria insular», con elementos más o menos constantes desde el siglo XV hasta hoy. Indudablemente esas constantes están ligadas a aspectos psicogeográficos (el paisaje, la insularidad, etc.) e históricos (absorción de elementos culturales hispánicos, como puente entre España y América, etc.). Así ha resumido algunos de los elementos que conforman esa tradición la investigadora M.ª Rosa Alonso [«La literatura de Canarias (del siglo XVI al XIX)», Historia General de las Islas Canarias, tomo IV, 1977]:
La lectura de esa tradición y la asunción de tales características y aun otras propias de la tradición occidental, como veremos en el apartado correspondiente, ha fraguado para todo el siglo XX los signos peculiares de una literatura encaminada a la modernidad.
Hasta el momento, la muestra literaria más antigua surgida en Canarias es un bello texto de carácter fúnebre (las Endechas a Guillén Peraza) compuesto tras la muerte, en 1447, del joven militar Guillén Peraza al intentar conquistar la isla de La Palma. Aunque desconocemos su autoría y su fecha exacta de composición, ya en este poema podemos encontrar alguna de las constantes de la literatura canaria.
Lo que sí parece cierto es que en Canarias se cantaban endechas (cantos fúnebres o tristes), según los cronistas, desde tiempos de los aborígenes. El ingeniero Torriani recogió dos en lengua aborigen y las tradujo al castellano. Quizá esta costumbre, cuyo origen todavía se desconoce para el caso de Canarias, se practicó durante mucho tiempo y es lo que llegó, en ejemplos depurados, a la Corte Real de la España renacentista. Las «endechas de Canarias», encontradas hace algunas décadas por Margit Frenk Alatorre, ya se refieren a la insularidad, al paisaje (el mar), y muestran una admirable contención expresiva. Una dice así:
Parece lógico hablar de literatura de tradición oral como la más arraigada en remotos orígenes. Desde que el conquistador español desembarcó en las Islas, lo acompañaron romances, coplas y cantares, dichos, etc. Estas piezas aclimataron pronto en el Archipiélago de tal forma que se han conservado en muchos casos con total pureza argumental. Pero hay que decir que, incluso en esos casos, se produjo una pequeña adaptación a la geografía y el sentir del intérprete insular. Una de esas características más específicas lo constituyen los «responderes», pareados que servían para iniciar el romance y para ser repetidos por un coro. Al parecer, estas partes se perdieron en otras zonas, y en Canarias los compusieron de acuerdo a los mismos temas que venimos comentando:
por ver la mar donde allega
¡Qué delgado viene el aire cuando de la cumbre sale!
Hoy los romances están ampliamente recogidos en libro, los tradicionales y los de nueva factura, gracias a los esfuerzos iniciales de Agustín Espinosa y José Pérez Vidal, y los actuales de los profesores Maximiano Trapero (en la labor recopiladora, principalmente) y M.ª Teresa Cáceres Lorenzo (en cuestiones lingüístico-estilísticas). Menos recogida está la lírica popular y totalmente por recopilar las narraciones orales (cuentos, leyendas, etc.).
Apenas un siglo después de terminar la conquista del Archipiélago y en una sociedad en continuo trasiego cultural, un poeta nacido en Canarias y de ascendencia italiana, llamado Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), capitanea el primer círculo intelectual de las Islas. Cairasco se erige, por su talante y por su obra, en el verdadero padre de las letras canarias. Su obra más importante es Templo Militante, extensa composición sobre vidas de santos, publicada en cuatro volúmenes entre 1602 y 1614, en la que se aprecia todo su saber humanista. Se hizo célebre entre sus coetáneos por los versos contenidos en su obraEsdrujúlea, alabados incluso por Cervantes, Lope de Vega y el propio Góngora. Su espíritu inquieto, dentro del talante renacentista europeo, le hace traducir la Jerusalén Libertada, de Torcuato Tasso y es ahí donde el poeta delata su personalidad literaria: sorprendentemente inserta en su traducción un canto entero dedicado a ensalzar el pasado precolonial, la conquista y la naturaleza canaria. En la Comedia del Recibimiento (1582) formula uno de los mitos más recurrentes de la literatura canaria, el de la «Selva de Doramas», en referencia a la formación boscosa existente en esa época en los montes de Gran Canaria. Cairasco se expresa en esa obra del siguiente modo:
La realidad que Cairasco designa en estas zonas de su obra cuenta con un interesante paralelismo en algunas obras del Nuevo Mundo. Tal es el caso del también canario Silvestre de Balboa (Canarias, 1563, Cuba, 1644?), probable conocedor de Cairasco, y considerado como el fundador de la poesía cubana con suEspejo de paciencia (La Habana, h. 1608), obra en la que se da el mismo sincretismo cultural que en la producción de Cairasco, en aquel caso en referencia al paisaje insular cubano.
La otra figura capital de esta época es Antonio de Viana (1578-1650), conocedor y admirador de la obra de Cairasco, de quien tomó algunos de sus temas y los llevó a dimensión épica. Su obra más importante esAntigüedades de las Islas Afortunadas (1604), obra distribuida en dieciséis cantos en los que se narran, principalmente, los hechos de la conquista de la Isla de Tenerife. Como ha señalado María Rosa Alonso [en obra citada], las descripciones de los héroes locales que acompañan a la narración bélica están dedicadas, como en el caso de La Araucana de Ercilla, a los héroes locales. Aunque el poema sea de desigual calidad, su importancia estriba, entre otros aspectos, en que es el poema épico canario por excelencia, en el que continuará la mitificación iniciada por Cairasco de la historia precolonial. Pero la obra de Viana va mucho más allá en la indagación de la realidad por medio del lenguaje. El poeta gusta de nombrar lo que está viendo y se aparta así de los estereotipos convencionales de la época, como lo demuestra la gran cantidad de términos que inserta referidos a la realidad insular:
También es importante en la obra de Viena la formulación de otro de los mitos de la literatura canaria: «el mito de Dácil», que gira en torno a los amores de la heroína indígena Dácil con el capitán español Castillo. En este sentido, Dácil se convierte en símbolo de diversas lecturas que han sido recogidas por la tradición literaria posterior bien para enaltecer el pasado idílico del mundo prehispánico, bien para exaltar la condición mestiza y abocada al exterior del ser insular.
En la segunda mitad del XVII se produce un interesante florecimiento cultural en La Palma, donde surgen dos escritores barrocos: Juan Bautista Poggio (1632-1707) y Pedro Álvarez de Lugo (1628-1706). El primero, de ascendencia genovesa, además de cultivar la poesía heroica ?Sonetos a los héroes ilustres de Hungría(1688)? destaca por sus textos de carácter amoroso, en los que exhibe un elegante estilo marcado por una fina técnica conceptista. -Pedro Álvarez de Lugo tiene hoy mayor interés gracias a sus obras en prosa, entre las que destacan Convalecencia del alma (1689), y el texto recientemente descubierto por Andrés Sánchez Robayna, Ilustración al Sueño, único comentario literario que se conoce de esa época sobre la obra Primero Sueño de la mayor poetisa barroca de Hispanoamérica, sor Juana Inés de la Cruz.
Dentro de la estética barroca debemos considerar también la obra del tinerfeño fray Andrés de Abreu (1647-1725), considerado uno de los mejores poetas de ese estilo en Canarias y autor de un poema extenso en el más puro estilo conceptista: Vida de San Francisco de Asís (1692).
En los siglos XVI y XVII las obras de los cronistas e historiadores también cumplen un papel estrictamente literario, como correspondía a un género de este tipo. Junto a pretendidos datos verídicos y a descripciones más o menos certeras, los cronistas de este periodo, siguiendo los pasos de los más antiguos, se dejaron llevar por el subjetivismo de tal modo que su obra ha contribuido a configurar no pocos mitos que luego la poesía, por ejemplo, ha asumido con naturalidad. En el siglo XVI destaca la obra de Alonso de Espinosa (Del origen y milagros de N.S. de Candelaria, 1594), el ingeniero italiano Leonardo Torriani (Descripción de las Islas Canarias, h. 1592) y el andaluz fray Juan de Abreu Galindo (Historia de la Conquista de las siete islas de Canaria, redactada entre 1593 y 1602). En el XVII destacan Tomás Marín y Cubas (Historia de las siete islas de Canaria, 1694) y Núñez de la Peña (Libro de las Antigüedades y Conquista de las Islas de Canaria, 1679).
4. La prosa neoclásica. Viera y Clavijo
La singular apertura de Canarias hacia el exterior a través del comercio en el siglo XVIII, hace que arraiguen fuertemente en las Islas las ideas ilustradas. Como producto del resurgir económico y cultural, Canarias tendrá figuras capitales en el terreno literario. Unos, como Cristóbal del Hoyo y Viera y Clavijo, fuertemente influidos por las ideas de Feijóo, propagan sus ideas desde Canarias; otros como Clavijo y Fajardo y los hermanos Iriarte lo hacen desde Madrid.
La primera mitad del siglo aparece llena por la personalidad inabarcable del Vizconde de Buen Paso, Cristóbal del Hoyo (1677-1762). Viajero infatigable, de personalidad inquieta y de vasto saber, el vizconde es un versificador todavía a la manera barroca en pleno siglo XVIII (Soledad escrita en la Isla de Madera), y prosista de ideas críticas e ilustradas en su célebre Carta de la Corte de Madrid, texto que supone, según sugiere el investigador Alejandro Cioranescu, un documento de primer orden para conocer el cambio de mentalidad de la burguesía de Madrid. Su «Soneto al Teide» configura otro de los mitos de la literatura canaria, el «mito del Teide» o «del volcán», de gran continuidad en la literatura posterior.
Sin embargo, el más célebre escritor canario del XVIII (2.ª mitad) es José de Viera y Clavijo (1731-1813), que fue historiador, traductor, poeta, botánico y profundo humanista. A él se debe la monumental Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, o su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Como poeta destaca por la continuidad del mito de la selva de Doramas en su poesía. Si Cairasco enalteció mitológicamente el tópico de la Selva, y Viana lo reasumió de un modo más realista, Viera y Clavijo, como botánico, fue testigo del comienzo de un desastre natural (la tala del bosque, consumada el siglo siguiente) y así lo cantó:
Otra obra suya destacable es Los vasconautas (1766), editada por vez primera por Miguel Pérez Corrales [Universidad de La Laguna, 1983]. Se trata de un poema irónico en cuatro cantos, dotado de una peculiar intertextualidad con respecto a la Divina Comedia de Dante, pues el protagonista desciende a los infiernos de la mano del caudillo aborigen Doramas, y cuyo interés radica en la especial fusión de elementos históricos y mítico-fantásticos sin apartarse del talante ilustrado de la época. La poesía didáctica está representada por curiosos títulos como Las bodas de las plantas, Los aires fijos, Al globo aerostático, Las cuatro partes del día, etc. Escribió, además, una tragedia de corte neoclásico, La vida de Santa Genoveva, una novela, La vida del noticioso Jorge Sargo, y tradujo a Racine y a La Harpe, entre otros.
José Clavijo y Fajardo (1726-1806), formado inicialmente en Las Palmas (Leyes, Humanidades y Teología), se traslada a Ceuta y luego, a la edad de veinte años, a Madrid, ciudad en la que empieza a destacar por la defensa de las ideas ilustradas más liberales. Lo más relevante de su obra es la publicación, desde 1762, del periódico El Pensador, verdadera plataforma para lanzar sus críticas a las costumbres de los españoles del siglo XVIII. Sucesos azarosos de su vida, por otra parte, quedaron inmortalizados en varias piezas teatrales de la época, entre las que destaca el Clavijo de Goethe.
Tomás de Iriarte (1750-1791), educado en Tenerife, y miembro de una saga de intelectuales, se trasladó pronto a Madrid. Además de poemas didácticos, y piezas teatrales muy celebradas en su época, este autor destaca por sus Fábulas literarias (1782), colección de más de sesenta textos cuyos protagonistas son generalmente animales y donde se mezcla el didactismo, la sátira y la preceptiva literaria.
Contrariamente a lo que se ha pensado, el siglo XIX en Canarias es clave para entender la literatura del XX al constituirse en el eslabón fundamental que asegura la continuidad de los mitos y constantes que hemos venido señalando. La continuación del espíritu ilustrado hasta muy avanzado el siglo, el afianzamiento de la burguesía comercial y las pugnas entre liberales y conservadores, el espejo de América entre la revolución y la independencia, y el auge del sentimiento nacionalista en todo el mundo, son indicativo de ello. Hay en Canarias un variado caldo de cultivo en el terreno estético, con tendencias que ven desdibujados sus límites: postclasicistas, prerrománticos y románticos, costumbristas, etc. De cualquier forma pervive el afán por conocer lo del exterior y aumenta considerablemente el interés de diversos intelectuales extranjeros por la cultura insular y la naturaleza canaria, como lo demuestran los estudios históricos, geológicos, antropológicos y botánicos aparecidos en aquellas fechas y continuadores del interés expedicionario que las Islas habían suscitado el siglo anterior. Buena muestra de ello será la visita realizada por Alejandro Humboldt en 1799, que dio lugar a la inclusión del Archipiélago en el primer capítulo de su célebre Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.
Es también una época de auge del género periodístico, bien de signo combativo en la más pura tendencia romántica, como en El Atlante (1837-1839) y La Aurora (1847-1848), o de orientación positivista, como en La revista de Canarias (1878-1882), que mantenía colaboraciones extranjeras y hasta algún corresponsal en París, y La Ilustración de Canarias (1882-1884), que se propuso una labor de divulgación cultural (sobre todo artística) sin precedentes.
En este clima, en la primera mitad del siglo, cuando irrumpen en Canarias las ideas románticas de la mano de José Plácido Sansón y Ricardo Murphy, otro intelectual de primera magnitud se destaca por situarse a caballo entre el pensamiento ilustrado y la estética prerromántica: Graciliano Afonso (1775-1861). Además de su obra de erudición (tradujo, por ejemplo, La Eneida de Virgilio, El Paraíso perdido, de Milton, o Antígona, de Sófocles, trabajos en los que más que la traducción destacan los comentarios a los textos), este autor es importante por su Oda al Teide, por su poema histórico El juicio de Dios o la Reina Ico y por su Oda al mar, textos en los que se revela como el gran revitalizador de las temáticas predominantes durante todo el siglo XIX en Canarias: el «mito del Teide», la exaltación del mundo aborigen, y el tema del mar, respectivamente.
Entre los poetas afines a la estética romántica destacan Ventura Aguilar, José Benito Lentini e Ignacio de Negrín. Sus temas son los clásicos del Romanticismo, el amor, la muerte, la soledad, la libertad, pero ninguno de ellos escapa al signo de una escritura zarandeada por la búsqueda de una identidad. En la visión de Negrín, por ejemplo, asistimos a la interiorización del tema del mar en su obra La poesía del mar (1860), precursor en no pocos aspectos del tratamiento que se ha dado a ese tema en el siglo XX:
En las últimas décadas del siglo se desarrolla la labor de la llamada «escuela regionalista», formada por escritores que recogen los frutos de las promociones anteriores y exaltan el pasado indígena y las virtudes de la tierra. De entre ellos sobresale el que es considerado fundador de esta tendencia, Nicolás Estévanez (1838-1915), intelectual y político de ideas avanzadas, que en su más famoso poema Canarias, escribe:
Un poeta verdaderamente interesante de esta etapa es José Tabares Bartlett (1850-1921), que en su libro La caza (publicado ya en 1908) nos ofrece una visión del paisaje distinta a la hasta ahora ofrecida: frente a la naturaleza exuberante, el paraje árido y desnudo que predominará en la poética del siglo XX.
La prosa narrativa empieza su lenta andadura en el último cuarto de siglo, pero no da alguno de sus más notables frutos hasta el s. XX, como veremos. La figura más importante del siglo XIX es Benito Pérez Galdós, el más universal de los escritores decimonónicos en lengua castellana, que, pese a asentarse a la temprana edad de diecinueve años en Madrid, siempre mantendrá contacto con su tierra natal, como se puede apreciar en algunas de sus obras y en la admiración ejercida entre sus paisanos canarios que se dedicaban al oficio de narrar. De cualquier forma, la obra de Pérez Galdós se estudia ampliamente en los contenidos de la literatura española del siglo XIX.
Con una obra entrada ya en el XX, algunos narradores de esa época, a caballo entre el realismo, el naturalismo y el costumbrismo, escriben textos de notable interés, en especial dentro de los límites del relato corto. Entre ellos destacan los hermanos Millares Cubas, autores de los cuentos De la tierra canaria (1894), y Ángel Guerra, pseudónimo (tomado de un personaje de Galdós) de José Betancort, cuya obra más famosa es La lapa (1908).
El siglo XX representa en Canarias la culminación literaria. Significa una madurez ante el lenguaje y ante la realidad que designa. La intensa búsqueda del siglo anterior da como resultado en el XX una agitación intelectual, una lectura de la propia tradición en sana tensión con la occidental. No sólo la poesía alcanza notables hitos; también la narrativa, la prosa periodística y el ensayo. En un primer momento tenemos la eclosión modernista, a la que seguirá y scon la que convivirán las tendencias vanguardistas.
Como precedente de la modernidad literaria insular debemos considerar a Domingo Rivero (1852-1929), paradigma de escritor canario durante años sujeto a un silencioso trabajo de escritura abocado a la ineditez, cuya obra sólo ha podido ser reunida en fechas recientes de la mano de Jorge Rodríguez Padrón y Eugenio Padorno. Su poema más famoso, «Yo a mi cuerpo» basta para considerarlo como un poeta de primera magnitud.
Se ha aceptado convencionalmente el año 1908 como el momento de madurez del modernismo canario, fecha de la publicación de Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, de Tomás Morales (1885-1921). Morales renueva el lenguaje y lo acerca al ideario simbolista francés y al quehacer de los modernistas americanos. Revoluciona el tratamiento del verso y pule la temática. Su obra cumbre, Las Rosas de Hércules, y en especial el poema «Oda al Atlántico», eleva definitivamente a la categoría de símbolo el tema del mar. Así empieza la «Oda»:
El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte
En esta hora, la hora más noble de mi suerte
Vuelve a henchir mis pulmones y a enardecer.
El otro genuino representante del modernismo insular es «Alonso Quesada» (1886-1925). Fue Quesada un oficinista de vida solitaria, con una visión moderna e irónica de la realidad. En 1915 publica El lino de los sueños, libro de poemas profundamente sentido. Su obra no se conocerá bien hasta mucho después de su muerte. Libros de poemas suyos son Los caminos dispersos y Poema truncado de Madrid, en el que ya se muestra precursor del vanguardismo. La desnudez de su obra, y el trágico sentido de la insularidad, se aprecian en el siguiente fragmento:
El corazón siempre en un punto misterioso
y el alma sobre el mar ¡blanca!... ¡El velero
que no pasa jamás del horizonte!...
Quesada se revela también como un prosista excepcional en su novela corta Las inquietudes del hall y en la colección de cuentos Smoking Room, textos en los que con fino humor retrata a la sociedad inglesa afincada en Las Palmas a principios de siglo.
Saulo Torón (1885-1974) es la otra gran figura del modernismo insular, buscador de un lenguaje personal, y cantor del mar y del amor sobre todo en El Caracol encantado.
Como señala Jorge Rodríguez Padrón, «el exponente más destacado de la prosa modernista insular lo encontraremos en el periodismo» [«Ochenta años de literatura», en Canarias siglo XX, Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1983]. Los publicaciones periódicas más destacadas de la época, por la difusión de las nuevas corriente intelectuales, serán la emblemática Castalia (1916), y Ecos (1915-1919), de cuya redacción llegó a ser director el propio Quesada.
* * *
Hacia los años 20 empiezan a sentirse en Canarias las ideas renovadoras de las vanguardias europeas. En un contacto directo con los centros culturales de Europa (sobre todo con París) surgen las primeras revistas que dan a conocer lo canario en el exterior, a la vez que introducen lo novedoso producido en otros lugares. Destacan La Rosa de los vientos (1927-28), Cartones (1930) y, sobre todo, Gaceta de Arte (1932-1936), en torno a la cual giran colaboradores de diverso signo (como los pintores Óscar Domínguez y Juan Ismael), pero imbuidos de un talante totalmente renovador. En ellas escriben los mejores representantes de la vanguardia insular: Pedro García Cabrera, poeta; Agustín Espinosa, poeta y prosista; Juan Manuel Trujillo, ensayista; E. Gutiérrez Albelo, poeta; Domingo López Torres, poeta y ensayista; y Domingo Pérez Minik, ensayista, quien dará cuenta de las tentativas surrealizantes de la época en su libro Facción española surrealista de Tenerife (1975) De ellos, el de más amplia obra en prosa es Juan Manuel Trujillo (1907-1976), intelectual lúcido y coherente. Agustín Espinosa (1897-1934) está considerado como uno de los mejores representantes del surrealismo en Canarias, cuya obra Crimen constituye la cima de la prosa en dicho estilo. El poeta de más amplia trayectoria es Pedro García Cabrera (1905-1981), testigo de numerosas tendencias. Entre sus primeras obras sobresale Transparencias fugadas (1934), con presencia de imágenes surrealistas. Así se expresa en uno de los poema de ese libro:
te amotina el huir de los cabellos.
Te alborota los labios desangrados.
Te descuelga los hombros. Te deshace
los yesos de los huesos. Te deslinda
los cuencos de las manos. Te violenta
tus anchas teorías de columpios,
como si por tus pliegues transitase
un alud boreal de porcelana.
A estos nombres hay que añadir los de otros vinculados al quehacer del grupo del 27: Pedro Perdomo Acedo, con una obra de gran atrevimiento verbal, y Josefina de la Torre, actriz y escritora de versos de excepcional calidad.
Pero una panorámica de esta etapa no quedaría completa sin la mención de otros dos autores con una obra de singular proyección, como es el caso de Claudio de la Torre (1895-1973) y Agustín Millares Carlo (1893-1980). El primero destacó como cineasta, dramaturgo, poeta y novelista, y formará parte integrante del grupo de escritores de la Revista de Occidente. Destaca por su innovación dramática en Tic-tac (1925) y por novelas como En la vida del señor Alegre (1924). Agustín Millares Carlo es el gran polígrafo canario del siglo XX, latinista, historiador y paleógrafo, estuvo vinculado a la Universidad de México y fundó la Facultad de Humanidades de la Universidad venezolana de Zulia. Su aportación a la bibliografía canaria es fundamental, gracias a su Ensayo de una bio-bibliografía de escritores naturales de las Islas Canarias, ampliado recientemente, libro de consulta obligada para quien desee adentrarse en la literatura de las Islas.
Con la Guerra Civil Española se trunca el proceso vanguardista y hay un giro radical en la creación literaria. Permanece, no obstante, la figura de Juan Manuel Trujillo, quien se erige nuevamente en defensor de las letras canarias. Funda en Las Palmas en 1943 la Colección para 30 bibliófilos, y en 1946 Cuadernos de poesía y crítica. Ahí se darán a conocer poetas como Agustín Millares Sall y Pedro Lezcano. En Tenerife, aglutinados en principio en torno a la revista Mensaje, (1944) surgen Carlos Pinto Grote, Julio Tovar y otros.
La poesía de entonces se debate entre el realismo social y las variaciones existenciales y metafísicas. Uno de los hitos más importantes de esta época será la publicación de Antología Cercada (1947), en la que participaron Agustín y José M.ª Millares Sall, Pedro Lezcano, Ángel Johan y Ventura Doreste, quienes, junto a Juan Mederos, inician de algún modo una poesía marcada por el signo del compromiso social.
Agustín Millares Sall (1917-1989) es quien escribe una poesía más abiertamente comprometida en lo social, padre en este sentido de varias generaciones. Pedro Lezcano (1920), que además de poeta es narrador y dramaturgo, ha desarrollado una poética que pasa por lo metafísico y por la poesía comprometida además de otras facetas. En la vertiente reflexiva destaca Carlos Pinto Grote (1923) que también cuenta con una ingente obra narrativa y poética, cercana esta última a lo filosófico.
Un grupo de escritores, en torno a los años 50, intenta una tímida renovación del lenguaje. Unos a través de la recuperación del diálogo con la tradición literaria insular, como Manuel Padorno (1933) a partir de su libro de poemas A la sombra del mar. Otros, como Luis Feria (1927), mediante la adopción de un lenguaje altamente depurado.
En lo concerniente a la poesía, los años 60 representan un auge espectacular de la cultura. Suplementos culturales de la prensa como «Gaceta semanal de las artes» (La Tarde, Tenerife, 1954-1965) y «Cartel de las letras y las artes» (Diario de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria, primera etapa 1963-1973), contribuyeron a crear ese clima favorable para la creación literaria. El acontecimiento más importante del momento es la publicación, en 1966, de otra antología, Poesía canaria última, que aglutina a los poetas que siguen persiguiendo un cambio en la escritura y en la visión de la realidad y que representa, de algún modo, el cierre de una etapa iniciada con Antología Cercada veinte años antes. Es una nueva generación de intelectuales cuya obra de madurez se desarrolla en la actualidad. De entre los allí incluidos podemos destacar a Lázaro Santana y Eugenio Padorno, y fuera de la antología, pero con un contacto estrecho hacia aquel grupo, Justo Jorge Padrón y Ángel Sánchez.
La novela, a diferencia de la poesía, tendrá que esperar a los años setenta para despegar. En el periodo que tratamos, no obstante, hay que destacar algunos casos aislados de novelistas cuya obra narrativa empieza a darse a conocer en torno a los años cincuenta. Tal es el caso de Isaac de Vega (1920), cuyos primeros trabajos publicados son Fetasa (1957) y Antes del amanecer (1965); Rafael Arozarena (1923), que comienza a publicar sus primeros relatos en el periódico La Tarde hacia los años 50, y cuya novela más conocida,Mararía, fue publicada tardíamente en 1973; y Alfonso García Ramos (1930-1980), autor de Las islas van mar afuera (1957) y Teneyda (1959).
ALONSO, M.ª R., «La literatura en Canarias (siglo XV al XIX)», en Agustín Millares Torres, Historia General de las Islas Canarias (tomo IV), Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1977, pp. 282-295.[Interesante panorámica del periodo ss. XV-XIX en que se aborda lo fundamental]
ARTILES, J. e I. QUINTANA, Historia de la literatura canaria, Las Palmas de G.C., Cabildo Insular de G.C., 1978.[Primera historia de la literatura canaria. Trabajo ya clásico pero imprescindible en su género]
HERNÁNDEZ, H., y otros, Literatura de Canarias (siglo XX). Antología de textos para la enseñanza de la lengua y la literatura, S.C. Tenerife, Interinsular Canaria, 1987. [Selección de textos para trabajar en la enseñanza la literatura relacionada con Canarias]
MEDINA, I., Iniciación a la literatura canaria, S.C. Tenerife, C.C.P.C., 1986. [Sencilla introducción a la literatura canaria pensada como manual que facilite las tareas docentes]
NUEZ CABALLERO, S. de la, Poesía Canaria 1940-1984, S.C. Tenerife, Interinsular Canaria, 1986. [La introducción de este trabajo presenta un breve y claro acercamiento a la poesía canaria contemporánea]
RODRÍGUEZ PADRÓN, J., Primer ensayo para un diccionario de la literatura en Canarias, Las Palmas de G.C./S.C. Tenerife, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1992.
«Ochenta años de literatura 1900-1980», en AA. VV., Canarias, siglo XX, Las Palmas de G.C., Edirca, 1983, pp. 101-152.
Lectura de la poesía canaria contemporánea (dos tomos), Las Palmas de G.C/ S.C. Tenerife, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1991. [Trabajo de más de ochocientas páginas en las que se hace un recorrido por la poesía canaria desde el Modernismo hasta hoy]
SÁNCHEZ ROBAYNA, A., Museo Atlántico. Antología de la poesía canaria., S.C. Tenerife, Interinsular Canaria, 1983.[Esta antología va precedida de una breve introducción a la poesía canaria hasta los años 30. El autor expone su visión personal de la poesía insular y aborda las constantes más significativas]
VV. AA., «Literatura Canaria de los siglos XIX-XX», en J. Viera y Clavijo, Noticia de la Historia General de las Islas Canarias, t.III, Barcelona, Cupsa-Planeta, 1986, pp.102-247.
VV. AA., Literatura canaria. Desarrollo del currículo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1996. [Se trata de un material en principio preparado para facilitar el trabajo del profesorado que vaya a impartir la asignatura de Literatura canaria en el Bachillerato. Dada su amplitud y profundidad es útil también como guía de consulta para todo aquel interesado en los temas allí tratados]
VV. AA., Cultura canaria hoy, El Urogallo (Madrid), diciembre de 1988/enero de 1989. [Monogáfico dedicado a la cultura canaria actual, con especial énfasis en la literatura]
VV. AA., 50 años de poesía canaria, Zurgai (Bilbao), junio de 1992. [Monográfico sobre la poesía canaria actual con estudios críticos y poemas inéditos de diversos autores]
VV. AA., «Canarias: de las endechas a la narrativa última», en Quimera, n.º 153-154, 1996-1997, pp. 55-132. [Repaso de la literatura canaria desde diversos puntos de vista]
(En la «Biblioteca Básica Canaria» - 53 volúmenes -
editada por la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, y en la colección «Biblioteca canaria de bolsillo», de la editorial Interinsular Canaria, hay una amplia representación de la literatura del Archipiélago.)
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